Ya sabemos que un buen vino es un gran acompañante para prácticamente cualquier tipo de comida. Si se usa solamente como bebida, solo ejerce tal función y no requiere prestarle mucha atención. ¿Pero y si queremos lograr aprovechar el sabor del vino al máximo y descubrir nuevos sabores? Entonces sí tenemos que tener en cuenta a nuestro amigo el vino como más que una bebida. No solamente potencia el sabor de algunos alimentos, sino que además se puede complementar muy bien con ellos. Seguidamente, exploramos el arte de combinar el vino y la comida.

Combinar el vino y la comida según el tipo de sabor

La idea de basar la elección del vino en el sabor que se va a disfrutar intenta buscar un equilibrio entre la bebida y la comida. Si tenemos un sabor muy complejo o muy fuerte, lo ideal sería un vino más suave para equilibrar la experiencia. O si por lo contrario el sabor es suave, un fuerte vino podría ayudar. Veámoslo más en detalle.

Los sabores más bien salados se acompañan bien con vinos dulces o de postre ya que complementarán el sabor de la sal con la suavidad del vino. Por otro lado, los sabores amargos, totalmente diferentes a los salados, perduran más en nuestra boca que cualquier otro. Para complementar y suavizar esa durabilidad del amargo es aconsejable utilizar un vino tinto más bien joven.

Si hablamos de los sabores ácidos nos encontramos que normalmente no funcionan a la hora de combinar el vino y la comida. Esto es debido a que tienden a “matar” el sabor de las bebidas. Pero aun así podríamos combinar el ácido con un Riesling o Sauvignon Blanc, por ejemplo.

Los platos dulces se pueden combinar bastante bien con vinos que sean de menor dulzura que la comida, para equilibrar los sabores y poder disfrutar de los dos sin que uno acapare al otro. Un vino como Moselle o Spätlese Lexia es una buena elección.

Ahora que ya sabemos como combinar el vino y la comida de forma adecuada solo falta reservar en un buen restaurante y disfrutar de la experiencia.

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